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lunes, 19 de julio de 2010

¡Gracias, Fidel!

¡Gracias, Fidel!
Por Maria Elena Álvarez Ponce


A todos nos venía haciendo falta el alegrón de este lunes. La aparición de Fidel -y del Fidel de siempre, el mismo de antes- fue para millones y millones de cubanos una bocanada de aire fresco entre el sofoco del calor y los azares de la vida cotidiana.

Hoy no se habla de otra cosa; lo mismo en una parada de ómnibus que en el mercado, en cualquier centro de trabajo y hasta en una piscina de hotel, campismos y playas, la gente no para de admirar el semblante del Comandante, su lucidez, su sabiduría, y escuchas a la gente una y otra vez decir, feliz y orgullosa: "¡Está hecho un tronco!" y "¡Hay Fidel para rato!"

Pero, más allá del alerta del líder cubano sobre un peligro, de cuya inminencia, naturaleza y magnitud da fe su presencia misma ante cámaras y micrófonos, están las incontables lecciones de vida dictadas por él de manera magistral en los últimos cuatro años.

Debemos alegrarnos por su más que evidente y extraordinaria recuperación física, pero, sobre todo, por el ejemplo que es y que brinda, ahora y para siempre.

Cuando las generaciones futuras recuerden a Fidel Castro, tendrán que hablar de lo que hizo antes y, también, muchísimo, después de caer gravemente enfermo, en julio de 2006.

A esas alturas, tras una vida consagrada por entero a los demás, a su pueblo y a la Humanidad toda, qué tendría que probar, como no fuera a sí mismo, ese "Yo sí puedo" que torna alados los pies de un ser humano y le lleva a realizar increíbles proezas y a hacer posible lo inimaginable.

Fiel, como su nombre, Fidel habrá podido retirarse de la vida pública, renunciar a sus cargos, pero no ha cesado de ejercer ese magisterio que, más que asignaturas imparte sueños, siembra ideas y conciencia, afianza principios y valores, junta y multiplica voluntades y afanes.

Con ese día a día de permanente combate contra la adversidad nos está diciendo y enseñando un sinfín de cosas y mostrando un sentido, una razón, un camino, el único modo consecuente de vivir para un revolucionario, que es la lucha.

A no rendirnos jamás, a enfrentar y vencer cualquier desafío, por insuperable que parezca, a TRABAJAR, nos convoca Fidel, con la moral que parte del ejemplo, del mismo modo que nos invita a leer, investigar, estudiar, a aprender algo nuevo todos los días, a amar lo que hacemos, a no desestimar ninguna oportunidad de ser y de sentirnos útiles, porque en definitiva, no hay papeles secundarios cuando son grandes los actores, y Fidel siempre será Fidel.

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