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miércoles, 17 de noviembre de 2010

La Habana nuestra



















La Habana es más que una ciudad, es una suma de historia y culturas, un mestizaje de sangres sostenida por la gente que la habita, le da vida y permanencia. Patrimonio Cultural de la Humanidad fue en sus orígenes una encrucijada de civilizaciones, por donde cruzaron los pueblos, en etapas de gran desarrollo y riqueza.



Fundada el 16 de noviembre de 1519 por Pánfilo de Narváez cumpliendo órdenes de Diego Velázquez, ese día se celebró la primera reunión del cabildo de la villa de San Cristóbal, en el Templete. Encomiada por escritores, artistas y visitantes extranjeros, a juicio del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, es una de las cinco urbes más hermosas del planeta.

El Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez ha expresado que acaso La Habana es una de las ciudades más bellas del mundo. Hemingway decía que sólo Venecia y París eran superiores. "He viajado bastante y pude comparar ciudades, sostiene Leal. A mí me fascina París, me gusta mucho Venecia. Pero no cambiaría ninguna de las dos por La Habana.

"La Habana es una ciudad que hala mucho, tiene sus propios misterios, su propia maravilla, su propio encanto, sus propios secretos, añade. A través de una sola avenida, desde el Castillo de la Fuerza hasta los confines de Miramar, por el malecón y la Quinta Avenida, se puede ver toda la historia de su asentamiento, su desarrollo. Es una ciudad que, sobrevolándola o caminándola, se ve una ciudad pensada. Como si esto hubiera sido una coincidencia de deseos a lo largo del tiempo. No es un caos reunido, sino que tiene la gracia de las grandes ciudades."

"Fueron muchos los viajeros que transitaron por ella. Los cronistas de la colonia, desde tiempos lejanos, elogiaban la gran ciudad predestinada por los dioses y los hombres. En 1622, el fraile Antonio Vázquez de Espinosa, durante una escala, la describe como algo paradisíaco, un ambiente propicio para las inquietudes superiores del espíritu."

"La Habana es la Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales, así aparece por regia voluntad en la Real Cédula de 24 de mayo de 1934. Este concepto esculpido con letras de oro trajo las medidas de defensa gigantesca de la ciudad que se convierte en la más defendida e inexpugnable del continente", recuerda Eusebio Leal.

Durante más de tres siglos, el puerto habanero fue la principal base marítima, tanto para la flota de guerra como para la mercante y una imperante región productiva. De esa manera se convierte en el astillero de España y centro para la defensa del imperio español, donde hacía escala la Flota de Oro, cargada de oro, plata y piedras preciosas para enriquecer a Europa.

La fiebre del oro cautivó la imaginación de los conquistadores. La Habana se asienta como centro, el corazón de América "porque es puerto seguro de grande escala donde vienen a parar todas las naos y flotas de la Nueva España y tierra firma y Honduras con todas las riquezas y es llave y puerta del canal de Bahamas", señala el Informe al rey Felipe II, en 1572.

El antropólogo cubano Fernando Ortiz la llama la Sevilla, la Babilonia de América, el lugar de máximo atractivo y diversión del mundo. En momentos especiales de la historia se crean por diversas circunstancias encrucijadas por donde cruzan los pueblos, en etapas de gran desarrollo y riqueza. Buenos ejemplos son: Egipto, Siria, Palestina, Mesopotamia, Grecia, Roma y España. Desde luego, estas encrucijadas pertenecen a etapas antiguas en la historia.

"Oh Havana ilustre, erario seguro, reposo de los mayores tesoros que ha visto el universo. No solo conozco lo que eres, pero también lo mucho que intrínsecamente vales. Oh Havana, la menor de América. Ante tu formal grandeza celebre serás en la posteridad de los siglos". Tal fue la valoración que España daba a La Habana en 1663, a través de Francisco Dávila Orejón (Gobernador y capitán general de Cuba).

Por la grandeza de la capital habanera se construyó el más poderoso sistema de fortificaciones del Nuevo Mundo, coronado por el complejo Morro Cabaña, una fortaleza ciclópea, lo cual hizo que Carlos III, desde el balcón de su palacio extendiera un catalejo para contemplar desde España los altos muros de La Cabaña que tanto costaron, señala Leal.

Desde entonces La Habana se convierte en una de las principales urbes del mundo. El auge del azúcar la transformó de tierra de paso en terminal. Hacia fines del siglo XVIII unos mil barcos entraban por la bahía para cargar azúcar y descargar mercancías.

La ciudad conoció rápidamente el ferrocarril, el teléfono, la electricidad, el cine, la radio, la televisión, mucho antes que los restantes países de América Latina. La riqueza material y cultural es propicia por el cruce de culturas: Encuentro y síntesis, calidoscopio del que brota la frondosa cultura, rica, viva y universal.

"Los mejores informados sabían que Cuba había sido la colonia más culta de España, comentó García Márquez tras su primera visita a la capital cubana en 1959-, la única culta de verdad, donde la tradición de las tertulias literarias y los juegos florales permanecían incorruptibles. Se publicaban las revistas de artes y letras. Se trasmitían folletines radiales interminables, que convivían junto a obras de Lezama Lima, pinturas de Amelia Peláez y Wifredo Lam, una realidad casi mítica".

Es proverbial que La Habana siempre fue la Plaza Fuerte de Teatro de América. "Vamos a hacer América" era una frase que repetían directores, empresarios y artistas. La Habana marcaba el inicio de ese periplo. En la capital de América, como se le catalogaba, se encontraba un público conocedor. A quien no triunfara en La Habana, difícilmente podía sonreírle el éxito en otras capitales.

Por Cuba pasaron grandes celebridades: Almirantes como Cristóbal Colón, genios científicos como Albert Einstein, altos mandatarios, artistas. Por esta tierra desfilaron los más famosos cantantes, músicos, y comediantes de España, Italia y Francia. Hoy todavía cientos de artistas costean sus pasajes y gastos para presentarse en teatros habaneros.

El primer teatro abierto fue el Coliseo en 1776 -más tarde llamado Principal-, por iniciativa del Marqués de la Torre, para que el público recibiera el teatro del Siglo de Oro. Luego surgieron El Tacón ( hoy Gran teatro de La Habana), el Campoamor, Martí, Payret, Auditórium ( hoy Amadeo Roldán), América, Blanquita (hoy Karl Marx), el Teatro Nacional, el Hubert de Blanck, el Rodi (hoy Mella) y muchos más, algunos de ellos considerados entre los más destacados del mundo.

"La Habana, como afirmara en su momento Alejo Carpentier, tiene un privilegio que sólo conocen las grandes capitales del mundo. Sus calles son un espectáculo perenne: teatro, caricatura, drama, comedia o lo que sea. Pero hay en ella materia viva, humanidad, contraste, que pueden hacer las delicias de cualquier observador. Adoro mi capital y la considero una de las más lindas del mundo", subrayaba.

La Habana no es sólo su historia, cultura y sangre, también lo es su gente, que le daa vida y permanencia. El fallecido poeta Fayad Jamis la consagró en un poema teñido de entrañable cercanía. "Que sería de mí si no existieras,/ mi ciudad de La Habana./ Si no existieras, yo te inventaría,/ mi ciudad de La Habana".

Por Rafael Lam
Colaborador de Prensa Latina

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